La intervención a nivel funcional es uno de los pilares en el tratamiento no farmacológico de las de la EA y otras demencias, ya que está ligado al grado de dependencia y la necesidad de apoyo de otras personas o equipos adaptados. Estos últimos aspectos influyen de manera directa en la calidad de vida de la persona y la familia, y por tanto es el área primordial de intervención del terapeuta ocupacional.
Las Actividades de la Vida Diaria (AVD), son todas aquellas tareas que el ser humano realiza de una forma cotidiana, y cuya no realización genera en mayor o menor medida un grado dependencia. Esta necesidad conlleva un gran impacto para la persona, a nivel socio-familiar y económico, debido a que la persona debe recibir asistencia de calidad ya sea en el hogar o en la institución.
Las actividades que realizamos todos los seres humanos se separan en tres grandes grupos:
El terapeuta ocupacional debe evaluar y analizar el desempeño en las AVD conservadas en la persona con demencia para mantener el máximo grado de autonomía posible. Junto con el resto de profesionales del equipo interdisciplinar, se detectan los posibles déficits físicos, sensoriales, cognitivos, conductuales o sociales que están dificultando el desempeño independiente en cualquier AVD. Se interviene mediante el establecimiento de hábitos y rutinas, aquellas actividades automatizadas (sobre todo las básicas e instrumentales). En la EA la afectación principal es neurológica pero afecta también al resto de sistemas, teniendo presente la involución que conlleva esta enfermedad neurodegenerativa.
Analiza cada actividad valorando los distintos componentes de rendimiento y en qué grado pueden ser modificados, teniendo en cuenta la modificación ambiental, a la que tan sensibles son las personas con esta enfermedad. Considerando la interrelación entre las capacidades y habilidades individuales en la ejecución de las distintas actividades y las limitaciones que ocasionan los déficits. Interviene en la reducción o eliminación de barreras psíquicas, cognitivas, sociales, emocionales y físicas que interfieren en la realización de las ocupaciones diarias. Es fundamental establecer hábitos y rutinas diarias, aquellas actividades automatizadas (sobre todo básicas e instrumentales), e indicar los apoyos pertinentes para potenciar la funcionalidad de la persona. Se trabajan habilidades sociales y de interacción con la comunidad, en contextos lo más normalizados dentro de la institución y en contextos reales para que puedan generalizar y mantener las capacidades que poseen. Para ejemplificar se destaca el programa de cafetería, en el que los usuarios deben poner en juego sus capacidades para elegir lo que desean tomar, pedir y manejar el dinero.
Por tanto nuestra labor va encaminada a disminuir la evolución en el deterioro de las AVD y mejorar la calidad de vida del enfermo y de su familia. Para este fin se debe tener un enfoque holístico del individuo que permita abordar la compleja problemática de los enfermos con EA desde la esfera psíquica, física y social. Incluyendo el entorno como medio terapéutico y la actividad significativa basada en los valores e intereses de la persona, ya que todos estos factores actúan de una manera u otra sobre la realización de las AVD. Somos seres ocupacionales, pero la ocupación debe estar basada y centrada en nuestra historia de vida.